MONOS EN LA MESA

Setiembre

·Casi nadie calentaba el pico antes de ir a la cama como él. Roberto era el líder del trago y sobre el colchón, dando vueltas, se bebía los diablos del techo igual que el sol se come a las estrellas del cielo cuando amanece.

·A Patricia le dolía la cabeza al terminar las fiestas que dábamos. Ella se acostaba boca abajo y se le empapaba la cara con su saliva que dejaba en la almohada. Tenía un despertar húmedo.

·Camila tenía unas tetas alucinantes y redondas. La piel era porosa y homogénea, y cuando le pasabas la lengua te daba cosquillas en la huevera. Nunca la veías dormir. Ahora su piel está llena de agujeros.

·Luis se quedaba dormido en los sillones de todas las reuniones y se despertaba sobresaltado. Decía: “¡Qué! ¿Qué pasa?”. Le pedías un cigarrillo y te lo daba y volvía a dormirse. Si entrabas al baño después de él, en el agua del water encontrabas pequeños trozos de papel higiénico con puntitos rojos.

·Amanda nunca dejaba de contemplar el tatuaje que tenía en la muñeca derecha. Era un dragón sin alas que echaba burbujas por la boca. A todos con los que se acostaba les pedía que lamieran la trompa del dragón. A quienes lo hacían, les regalaba la ranita tatuada que sonreía en su pubis depilado.

·La gata de Tatiana se llamaba Nush. Era de marca, con la trompa negra y el pelo blanco. Tenía ojos celestes que te miraban fijo. La música siempre sonaba alto y en la moquete aparecían cenizas y gotitas de los que bebíamos. Una vez amanecí en uno de los grandes sillones del living. El color del cielo era más azul que otros días, y la gata tenía puesto un collar con cascabel y la cabeza llena de cenizas. Me alegré de que los puchos aplastados estuvieran en la alfombra.

·El viejo Mariolo duerme todas las noches en la bajada del garaje de la construcción abandonada de Brandzen y Acevedo Díaz. Siempre que salimos del veinticuatro horas de la estación, le dejo una cajilla de diez de Nevada y una petaca de Criadores para que aguante la primavera. Cuando paso de día y lo saludo, él me devuelve el saludo y no me reconoce.

·Me voy a dormir luego de esas noches de parranda. En general, soy de los últimos. Me encanta ver como en los filos de las ventanas empañadas, las ramas de los árboles se van marcando por el fondo y no por las luces de los faroles de la calle.

·Cuando la fiesta es en mi casa, al terminar, agarro la copa de vino que escondo en algún lugar, el cigarrillo canuto, elijo una canción acorde y después de consumirlos, voy a la cama.

·Se dice que mañana será otro día, yo quiero que siga la misma noche.

Pedro Dalton

Agarren pebetitos de la fuente

·freeway·