Juan Pablo llegó a su casa contento de que la madrugada aún era noche.
Lo esperaban un cuarto de whisky, cuatro cigarrillos y su cuaderno con tapas de cuero para escribir antes de dormir, como suele hacer todas las noches de la semana. Entre las rendijas de la persiana ve cómo la noche se hace clara escuchando Seventeen Seconds de The Cure, mientras escribe algún relato sencillo acerca de lo que no sucede.
En la puerta del edificio calculó, girando la llave, que le quedaban unos cuarenta minutos antes de que la claridad molesta se hiciera sentir. Y el tiempo le alcanzaba para escribir un cuento corto.
Subió al ascensor y apretó el botón al quinto. Mientras se miraba el pelo en el espejo veía pasar los números de los pisos al revés. Cuando el ascensor estaba por llegar al cuarto, se paró de golpe en la pared con el número a la altura de sus ojos.
No puede ser. ¿Qué mierda pasa? Apretó de nuevo. Esto es joda. Se dijo, apretando a fondo el botón cinco. ¡Concha de la madre, aparato de mierda! ¡Movete! Taladraba con los pulgares el botón de plástico, y nada.
En el celular vio la hora y supo que estaba frito. Tenía el número agendado del portero, único salvador posible, pero no tenía crédito para llamarlo. Así que apretó la alarma a fondo y se asustó con el ruido metálico que raspaba en el techo. Los ladridos del perro de mierda del 403 le dieron calma esta vez. Capaz que alguien se levanta y le aviso que estoy acá. Pensó. ¡Puta madre, perro de mierda! Pensó. ¡DESPERTÁ A TU DUEÑO, CABRÓN! Dijo, y se escucharon pasos corriendo sobre el parquet del living del 403 y luego un golpe seco, tipo piñazo en lomo y se cortó automáticamente el ladrido.
Sacó la bolsita de tiros del bolsillo monedero y se tomó un saque con rabia aspirando y mirando los agujeros de la ñata en el espejo. La cara se deformó cuando fijó la vista en su reflejo.
Al rato las cejas se hicieron arco al escuchar el “reverb” de unos tacos aguja en el corredor dos pisos más arriba.
¡EEEEH! ¡ESTOY TRANCADO EN EL CUARTO PISO! Gritó fuerte. Escuchó el botón que claqueteaba desesperado por el índice de la futura secretaria ejecutiva del 602, quien sin paciencia caminó inmediatamente hasta el ascensor de atrás.
¡¡EEEEEEEEH!! ¡POR FAVOR LLAMÁ AL PORTERO QUE ESTOY TRANCADO EN EL ASCENSOR! Paró de gritar y oyó al ascensor de servicio frenar en planta baja. ¡Puta madre! ¡No puedo creer que la hija de puta no me escuchó! Me voy a tomar otro saque. ¡szuuuuiiiiff, gniff… sznort! Y en el medio de las bolitas blancas de los ojos el iris se hizo negro y fijo.
¡¡AAAAAHHHHHEEEEEEEEEEEEEEEH!! Botón rojo. ¡RIIIIIIIIIIIIING! ¡RIIIIIIIIIIIIIIIIIIIING! ¡Puta madre que los parió a todos estos hijos de puta! No puedo creer que no oigan. Me voy a dejar llevar.
Al ratito se escucharon pasos a la altura del techo del ascensor. Exactamente a la altura de las sienes sobre las ojeras de los ojos.
¡HOLA! Dijo. ¿ME OYEN? Preguntó. ESTOY TRANCADO ENTRE EL CUARTO Y TERCERO. LLAMEN AL PORTERO, POR FAVOR, PARA QUE ME SAQUE. Y otra vez los pasos se alejaron hacia el ascensor de atrás. ¡¡EEEEH!! ¡¡¡ESTOY TRANCADO EN EL ASCENSOR!!! ¡¡¡¡AUXILIO!!!! Botón. ¡RIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIING! Y otra vez el golpe del ascensor del fondo en la frenada de planta baja, y vuelta a pensar.
¡No puedo ser tan looser de mierda! ¡No acredito! Zafé de toda la locura del bar para venirme a escribir y acabar la noche haciendo algo. Soy un gil. Borré a Cintia que estaba hermosa con sus medias negras. Si estuviera acá en el ascensor, le doy lengua al nylon negro de sus piernas y le meto los dedos en la concha y dejo uno en la almeja, y el otro bien mojado de baba lo meto en el agujero del orto y me pongo a hurgar ahí adentro… y toco esas cosas que no sé que son y son de carne, y le giro los dedos y los saco y meto y saco y meto y meto y ¡¡MIERDAAAA!!… Botón. ¡RIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIING! Dijo. ¡MIERDA!… mierda… mierda… mierda.
El aparato arrancó de golpe y vio pasar la puerta bordó del cuatro. Pasó la pared blanca con el número cinco, y enseguida apareció la puerta de su piso con el pestillo de bronce. Abrió bien rápido la puerta-tijera para no volver a quedar atrapado y al estirar la mano al pestillo siguiente la puerta se abrió sola. Una sonrisa blanca en la penumbra, y vio el brillo negro de las sandalias. Con la vista acarició los tobillos de nylon y las manos de ella tomaron las suyas que estiraron el elástico de la bombacha tocando los pelitos mojados de…. Y Cintia le dice:
Yo también quiero que me hagas todo eso.
Esa noche hizo el cuento un poco más largo y la luz del mediodía no fue molesta.
Pedro Dalton
Lecturas de verano cortesía de:
6 comentarios:
Llegue de Punta. Me bañe en la playa y me deje el bigote.
Ahora soy Top.
Eso sería para ponerlo en blog personal. Pero no hay plata para eso.
Recien leo el cuento. En este se lució el Dalton.
un capo!!!
como siempre...
ta bueno el recordar los cuentos de Pedro, frente a la quematuti, en el rancho del Cerrito; el rinoceronte pintado a rojo y negro haciendo de fondo...
y yo sin una puta grabadora... ni una miserable camarita...
encontré unas fotos muuuuuuuuy viejas de toques pasados... alguien con scanner?
abrazos.
pablo
huuuuuuu
este me ncanto desde la primera vez que lo lei en freeway...
cono Pedro no hay ninguno... todavia no entiendo como hay gente que no les gusta Buenos Muchachos...
Me acuerdo que el otro dia le pase estos textos a un amigo y se re copo y quedo re fisurado por buscar mas jajaja
Pero bue... che que suerte que cambiaron la fecha del toque en la pocitos!!! yo estando en casa el viernes como un dolobu diciendo, me perdi el toque, no pude gilear mas... y dsps me entero que lo cambiaron con una alegria de aquellas...
bueno...
nos estamos viendo en atlantida y la pocitos :)
salute
si es por scanner, mande para acá.
por más informes gabyto conoce mi paradero.
Una pequeña delicia literaria, ideal para leerlo en el D9 de regreso a casa.
En fin, Mr Nico® como siempre un gusto enorme!.
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