Federico & The Mavericks tocan con unos alemanes.
El sabado en Central.
de ultima, si no es ese el nombre, los rebautice.
Federico & The Mavericks tocan con unos alemanes.
El sabado en Central.
Más secuelas de la misma enfermedad...
Gracias a Bruno podemos escuchar la entrevista y alguna cosita mas que hicieron los Buenos en una radio de la Argentina.
Sebastián, tirado en la cama, escuchaba a buen volumen la versión original de “Solo quiero salir de aquí” de Cross. La primavera estaba a pleno cumpliendo su labor del otro lado de la persiana. Eran las dos y cuarto de la tarde. Los padres estaban en sus trabajos, y él en el cuarto con la puerta cerrada, fumando un cigarro post-tuca a oscuras con los ojos clavados en la pantalla de la tele sin canal.
A los diecisiete años, la voz del Marcelo en esa canción hace mella. En esa burbuja de gris oscuro con los pósters del cuarto indefinidos, la rola le producía una atmósfera de vértigo poderoso por el sonido de la voz. La voz es poderosa en esa canción. La letra era un himno, en ese momento, y al pensarlo se le levantaron las comisuras de los labios y pegó una calada que hizo que el humo fuera la imagen misma de la frase: “este es mi ejemplo, no lo pienses dos veces, volá hasta que no recuerdes quién sos”. Entonces la sonrisita se hizo risa mientras caía la ceniza al buzo de lana negro, y siguió riendo mientras apagaba el pucho.
Se levantó de la cama y antes del final rebobinó. Rewind. Giró la perilla del volumen a la derecha hasta la medida de BUEN volumen, volvió al horizontal moviendo el cuerpo para actuar la canción, y mientras sonaba lo fue cantando hasta llegar a gritarlo como el Marcelo Cross. Al terminar la última estrofa cantada lo cortó y fue a mear. Pitó un par de veces, después prendió un Nevada y la puso de vuelta un pelín más fuerte. Ahora parado delante de la tele, cantó la canción entera como si la tuviera que cantar él. Se erizó en un par de frases y conoció otra versión de un orgasmo. Conoció ese llanto que llega por lo grande del placer.
Salió a la calle pero pronto volvió a encerrarse: “¡Me cago en el liceo! ¡Voy a armar una banda que diga cosas así!”, se dijo. Pegó un par de caladas más mirando una revista de cómics cachondos y se durmió pensando en que él también tenía la emoción suficiente para gritar melodías y letras así de sinceras. “Eso voy a hacer: letras que acompañan y calman a los que estamos por fuera”.
Su noche fue la siesta. Cenó con sus padres y cuando la tele se puso divertida, se fue a dar una vuelta aprovechando la distracción del vino y el programa de entretenimientos que disfrutaban sus viejos.
Bajó a la playa Malvín. La arena estaba fría y vacía. El cigarro y el tetra, no. La ciudad parecía una guirnalda fina y larga de luces que parpadeaban. La imagen era tal cual la del tango. Tenía la tristeza y melancolía que sorprende a alguien que vio algo diferente a lo de todos los días.
Cerró la puerta del cuarto escuchando los ronquidos desparejos de sus padres y se quedó dibujando hasta las cinco de la mañana.
Pedro Dalton
La de la Plaza Matriz
...la que tiene etiqueta, la de la ®, la versión original...