18 de enero de 2008

Me acuerdo de aquella noche cuando tenía cuarenta y cuatro años menos y me quedé sentado, en la cama, mirando el campo por la ventana. El campo, iluminado por la luna. No precisaba música, ni cigarro, ni siquiera compañía para comentarlo. No me estaba alejando de nada. Estaba ahí porque siempre, desde chico, me gustó el campo.

En aquel momento estaba veraneando en el rancho de una prima y su marido. No sentía la importancia de estar conectados con ellos porque me caían bien. Eran buenos músicos. Él me daba tareas para que hiciera y yo las disfrutaba porque me gustaba ayudar.

Un par de veces me rezongó por mi torpeza, al tener miedo a ciertas rutinas del campo, pero una vez lo dejé tirado por portarse como un nabo. Él estaba cortando el pasto con el tractor y me subí a la cabina. Le dije que la cortadora estaba cerca de los panales de las abejas. Me dijo que le avisara si estaba por tocarlos.

_¡Vo! ¡Están enojadas! –le dije cuando la caja blanca se hizo negra de alas y algunas entraron en la cabina.

_Quedate tranquilo que sólo vienen a ver qué pasa –entonces me picó una en la cabeza y salí corriendo a buscar a mi prima y lo dejé con su puto enjambre. Llorando le dije a Estela que las abejas estaban zarpadas y volvimos los dos al lugar y él me habló como mis amigos, onda: “¡Buena onda loco tu ayuda! ¡Gracias por dejarme solo!”

Me fui al cuarto re caliente. Dormí una hora de siesta después de almorzar. A eso de las cuatro de la tarde trepé al techo de chapa del galpón para seguir dándole anti-óxido, escuchando London Calling de los Clash. Todo el campo escucharía ese disco que sonaba fuerte, incluso las abejas. No hablé más en todo el día ni tampoco en la cena. Me senté en la cama y me quedé mirando el campo por la ventana.

Ahora estoy en la noche de otro rancho de campo, donde vivo alejado de todos y todo. Escucho el silencio con la gracia de aquella noche solitaria, igual que hace cuarenta y cuatro años atrás. Hay grillos constantes y todos son distintos al escucharlos. Se oye algún ladrido muy lejano y algún tero. La luna se cuadricula con el mosquitero y llega el olor a bosta fresco de vaca. La caída del sereno hace estrellas en el suelo.

Ya no me importa querer explicar la razón de que ver la noche de esta forma es la mejor. Todos lo sabemos.

La sábana está fresca y limpia como el cielo.

Buenas noches.

Que descanses.


Pedro Dalton

Lecturas de verano cortesía de:

·freeway·

1 comentario:

Anónimo dijo...

Buenas noches que hay que dormir.